Forever Telefónica

Un cumulo de sensaciones me acompañan al iniciar este escrito, y no es para menos, ya que el próximo 30.12.2016 finalizará un apasionante periodo de casi 13 años de relación profesional con Telefónica.

 Desde mis inicios, en 2004, he tenido el privilegio de participar de manera relevante, según mi criterio, en los años más determinantes de la transformación que Telefónica ha operado en Catalunya.

Todos los periodos en una Compañía son importantes y van conformando la intrahistoria en la que diferentes generaciones nos sentimos identificados. Y así ha sido desde los inicios de Telefónica en 1924, con la denominación Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), y 92 años después, con la participación de muchas personas, se ha convertido en   el mejor y mayor Grupo integrado de Telecomunicaciones del mundo.

Lo mismo sucede con sus emblemáticos edificios, en Catalunya el primer edificio fue construido en 1928, ubicado en Barcelona, en la esquina del Portal del Ángel, donde se instaló el centro de comunicaciones de la ciudad de enorme trascendencia estratégica, por ello tuvo un gran protagonismo histórico y ha sido testigo de revueltas y combates, especialmente el día de la sublevación militar, julio de 1936, siendo ocupado por la CNT-FAI y también en los denominados Fets de Maig de 1937.

Posteriormente, en el año 1975, se levanta la nueva sede de Telefónica en Catalunya, en la Av. Roma, denominado Edifico Estel, allí, durante más de 30 años se ha desarrollado la actividad central de Telefónica ya que el edificio además de sede corporativa acogía la Central Automática Interurbana de Telecomunicaciones.

Y, finalmente, en el año 2011, en una estratégica decisión de proyectar y visualizar Telefónica como un referente de las telecomunicaciones del s.XXI en Catalunya, se establece la actual sede Corporativa en la Torre Telefónica Diagonal 00, al lado del Fórum, y en el distrito más innovador y tecnológico de la ciudad, el 22@. En este edificio se reservan 4 plantas para ubicar un potente Centro de I+D especializado en multimedia y transformación digital, y una Academia de emprendedores con la marca Wayra de reconocido prestigio en la actualidad.

 Además, en el 2009 se pone en funcionamiento la Universidad Corporativa en el Parc de Belloch, en La Roca del Valles, como un referente de formación de liderazgo y cultura multinacional para los futuros ejecutivos de la Compañía.

El sentimiento de agradecimiento a Telefónica me acompañara toda mi vida por haberme permitido colaborar, en unos casos, y liderar en otros, los proyectos desarrollados en este último periodo, ya que profesionalmente ha sido una experiencia apasionante.

Como apasionante ha sido conocer y compartir muchos momentos con los diferentes profesionales de la Compañía, que, en mi caso, han sido muchísimos, ya que por mis funciones me he relacionado con todos los departamentos y diferentes empresas del Grupo Telefónica. Por ello puedo decir con rotundidad, que la calidad profesional y el compromiso con la Compañía de todas y cada una de las personas con las que he colaborado, con independencia de su jerarquía en la organización, es extraordinario y de una enorme calidad humana. Así que muchas gracias a todos por el trato que siempre me habéis dispensado y por todo lo que he aprendido de vosotros, hoy, sin duda, me considero mejor profesional y mejor persona y siempre os estaré agradecido por esto.

Solo me resta desearos lo mejor, a todos y cada uno de vosotros y a Telefónica en su conjunto, muchos retos están en el horizonte esperando soluciones que, estoy seguro, Telefónica va a ofrecer para seguir liderando la transformación digital de nuestra sociedad.

Ha sido un honor, hasta siempre, con el convencimiento de que la vida, en algún momento, nos volverá a cruzar.

Ramon Salabert

¿Es importante tener Gobierno?

 

Por si se han despistado, el pasado 20.12.2015, celebramos elecciones generales en España, la decisión del electorado atomizo el voto de modo que reflejaba el profundo malestar que la combinación crisis económica y corrupción, amenizado con serias tensiones territoriales, se había instalado en la sociedad.

El resultado de estas elecciones exigía una altura de miras y una visión estratégica de Estadistas que lamentablemente no se dio y al parecer no se la espera. Cuando se han celebrado las elecciones hay que trabajar a partir del resultado de las urnas, y lo primero que constato es la absoluta inelasticidad de los líderes políticos a los resultados. Es decir, si tres partidos tienen mayoría más que suficiente y estable para formar gobierno, deben poner en común todo aquello que les une y establecer un mínimo común denominador para aprobar unos presupuestos coherentes, creíbles y de consenso. Esto exige grupos de trabajo rigurosos, con técnicos especializados que propicien el programa de gobierno de consenso que permite avanzar y dar soluciones mixtas a problemas complejos. Hecho así, sin duda, la pluralidad del voto se refleja en la acción de gobierno y las medidas que se adoptan sintetizan la visión de tres fuerzas políticas diferentes.

Las escenas y reflexiones del tipo: ni por activa ni por pasiva voy a votar a favor de un partido para facilitar el gobierno, aunque yo no pueda formar ningún gobierno alternativo, y además nos parece muy grave para el país tener que afrontar unas nuevas elecciones. Estoy atónito a diario cuando veo una y otra vez en los telediarios este tipo de declaraciones hechas con una solemnidad y engolamiento inversamente proporcional a la tomadura de pelo a la que someten a los electores. Llegados a este punto, obviamente, la realidad se impone y hay que convocar nuevas elecciones para el 26J, aunque todos reiteran desolados que es muy grave para el país.

Bien, como si del día de la marmota se tratara, estamos a 29 de julio y después de salir resultados semejantes, con matices, se siguen necesitando tres partidos para formar gobierno, las declaraciones siguen en la misma línea y lo de sentarse grupos de trabajo a buscar un programa conjunto ni esta ni se espera. Conclusión, podemos ir a unas terceras elecciones el 27N. Salvo que la lectura que hagan los líderes de los diferentes partidos de los resultados electorales sea, que como nadie tiene mayoría, lo que nos indica el electorado es que prefiere no tener gobierno y que le dejen tranquilo que él ya se arreglará su vida. Si es así lo están haciendo perfectamente. De modo que en las próximas alguien va a tener mayoría para acabar con el problema, aunque entonces diremos que no se consensua nada y se aplica el rodillo para aprobar las leyes. Increíble pero cierto, esto es lo que puede pasar.

Por otra parte, después de siete meses sin gobierno, los ciudadanos pueden llegar a pensar que, como todo funciona aparentemente bien, no debe ser tan relevante tener Gobierno y hasta que, posiblemente, sin Gobierno viviríamos mejor.

Son reflexiones lógicas, aunque muy poco halagadoras para nuestra clase política que cada vez tienen menos incidencia en el liderazgo moral, social y económico de nuestra sociedad, justamente en un momento muy crítico y convulso de nuestra historia contemporánea.

No debemos confundirnos, el buen funcionamiento de los servicios públicos se debe fundamentalmente a que, a pesar de todo, tenemos unos grandes profesionales de la Administración pública, pero dejar a un país un año sin política presupuestaria, sin revisión del sistema de pensiones, al borde del colapso, sin una estrategia clara sobre el conflicto islamista o sin un posicionamiento estratégico sobre el futuro de la UE, me parece de una irresponsabilidad que estoy seguro que todos pagaremos, más temprano que tarde, muy caro. Así que si, hace falta un Gobierno, pero de personas competentes, sino, puede que aprendamos a valorar lo bien que se está sin que nadie atente permanentemente al sentido común.

 

 

 

 

+

Podemos, hundirnos más

El fenómeno Podemos sigue avanzando sin ningún control, como si del tsunami Katrina se tratara, arrasa lo que encuentra a su paso, creando, según se mire, el pánico en unos, y la ilusión en otros, con la premisa de que para hacer un mundo mejor primero hay que arrasar con el que tenemos.

Es cierto que el deplorable espectáculo que nos ofrece nuestra sociedad contemporánea, plagada de escándalos de todo tipo, y amenizada, durante más de siete años, con una crisis económica de las más feroces que se recuerdan en la era moderna de los países desarrollados, ha cimentado las bases de una crisis sistémica en la que, por diferentes razones, muchos pensamos que todo, absolutamente todo, es manifiestamente mejorable, y que, en cualquier caso, urge parar el ritmo de despropósitos con el que nos desayunamos cada mañana.

Este escenario, por sí solo, justifica la aparición de múltiples mareas de diferentes especialidades, anti-hipotecas, sanidad pública, estafados bancarios, anti-desahucios, desempleados, pensionistas, jóvenes preparados sin un futuro, autónomos sin crédito, empleados con mucha carga fiscal, pymes al borde del concurso de acreedores, y un largo etc, tan largo como cabreo llevamos.

Desde el punto de vista emocional son reacciones, hasta cierto punto, comprensibles, pero en modo alguno, pueden ser la base para establecer las bases de futuros Gobiernos.
Por razones que no acierto a comprender, las personas somos reincidentes en nuestros errores, puede ser por ignorancia o por un absoluto desconocimiento de la historia. En cualquier caso el resultado es que ello facilita, en demasía, la demagogia y el discurso populista que, como es sabido, se trata de decir en todo momento lo que la gente quiere oír y, asimismo, prometer en cada caso las soluciones que la gente demanda, con independencia de si se podrán cumplir o no, aunque esto es lo de menos, ya que cuando descubramos que hemos sido manipulados, los demagogos ya habrán obtenido un buen rédito electoral y se instalaran en el poder o en sus aledaños.

He leído, en diversas ocasiones, declaraciones de líderes populistas que establecen una comparación de la situación actual con la que atravesó España en los años 70, «la Transición Democrática». Hablan de una necesaria segunda transición. Este arte de manipular es el que es preocupante. Cómo se puede establecer el mas mínimo atisbo de comparación después de 40 años de democracia, con una España en blanco y negro, saliendo a trompicones de 40 años de férrea dictadura, con gente llenando las cárceles por defender la libertad, y con una economía caótica que tenía una inflación del 27% y tipos de interés por encima del 30%, además, nadie pagaba impuestos y el Estado era el del «Malestar».( Acompaño Gráfico prehistórico para mejor comprensión).

Grafico Inflacion

En mi opinión este no es un buen camino, las coordenadas ahora son de s.XXI, es decir; economía globalizada, interacciones multinacionales, pérdida progresiva de soberanía de los Estados condicionados por la competitividad que fomenta la globalización, un uso intensivo, y cada vez será mayor, de las nuevas tecnologías digitales, movilidad permanente de personas y capitales, niveles mayores de exigencia de los ciudadanos en relación a la gestión pública y de nuestros impuestos.

Es alarmante que, ante esta incuestionable tendencia del modelo económico y social que va a ir eclosionando en el próximo futuro, cierta clase política, y no solo la nuestra, estén remando en dirección contraria, es decir: aumento del discurso populista, ya sea con radicalidad de extrema izquierda en lo económico, o con radicalidad de extrema derecha en lo social con actitudes xenófobas y separatistas. Una tendencia simplificadora a encontrar soluciones simples a problemas complejos y matriciales, que no se resuelven con un infantil «si se puede», si no va acompañado de un catalogo de compromisos y obligaciones para con nuestra sociedad, y, en este crucial momento,  me duele constatarlo, no escucho ni una propuesta que no sea una larga lista reivindicativa de derechos.

El Estado de Derecho somos todos los ciudadanos, y debemos cada uno de nosotros estar a la altura de las circunstancias. No podemos delegar, ni en dirigentes, ni en los actuales partidos políticos la solución de nuestros problemas si provienen de discursos vacuos, promesas generalistas, o vaguedades al uso que se resumen en:» tu dame el voto y ya verás como todo se soluciona». Ningún cheque en blanco. Hay que exigir, como en las empresas, el bussines plan detallado y rendimiento de cuentas cada seis meses. Y «off course», solo votar a favor de aquellos partidos en los que sea creíble tanto el programa como las personas que lo van a ejecutar.
Si no ejercemos más que nunca nuestros individuales e intransferibles derechos democráticos, con absoluta exigencia de rigor y sentido común, unos pocos iluminados, no importa de qué signo, nos hundirán en una ruina tan grande que tardaremos una generación en recuperarnos.

¿Estamos saliendo de la crisis?

En estos momentos estamos recibiendo una serie de datos, que bien podrían interpretarse, como un cambio de tendencia en el comportamiento de las variables macroeconómicas.

Dos trimestres consecutivos con tasas de crecimiento positivo ponen fin, técnicamente, a una recesión que ha durado nueve trimestres, (segundo trimestre 2011 hasta segundo 2013).

Aunque, por otra parte, seguimos con una persistente tasa de desempleo del 26,5% de la población activa, y ello, acompañado con un descenso del 3,1% del consumo de los hogares, razones poderosas para que no seamos especialmente optimistas pensando que la crisis se ha terminado.

En consecuencia, la tarea de seguir atacando la reducción del paro, continuar reduciendo la prima de riesgo, además de seguir controlando a la baja la deuda pública, son argumentos muy contundentes como para sentirse optimistas. Y una gran incógnita, ¿a qué tasa de crecimiento potencial a medio y largo plazo debe crecer la economía española para conseguir estos objetivos?, y una  reflexión subyacente, ¿Cómo será el modelo económico y empresarial del futuro que garantice estos crecimientos?

Hay un cierto consenso en que , es más que probable, estemos asistiendo al final de una de las recesiones más duras que hemos conocido desde la de 1929, pero también es posible que tengamos que transitar un largo camino, entre cinco y diez años, para constatar una plena recuperación de nuestra economía.

Se atisba un inicio de recuperación sobre bases solidas que, por el momento, se ve acompañada por un contexto internacional favorable, y, de continuar así, puede ejercer un efecto multiplicador, sorprendiéndonos con una intensidad inicial, que no debe llevarnos a engaño, además, para que la recuperación sea sostenible, nuestro modelo de crecimiento post crisis será sustancialmente diferente al anterior sin ninguna duda.

Los rigurosos ajustes que se van aplicando a nuestra economía y que tantos desasosiegos propician, han configurado una devaluación interna  en la que todos somos, de promedio, el 30% más pobres, es por esta razón que somos más competitivos y han aumentado nuestras exportaciones, razón por la cual están, lentamente, volviendo los beneficios a las empresas y, ello, fomentará un retorno de la inversión con recursos propios, ya que el crédito permanecerá restringido durante unos años. Con este escenario recuperaremos la demanda agregada  interna con efectos multiplicadores sobre el empleo y el consumo privado. Es el único camino para consolidar una recuperación previsiblemente lenta y difícil.

Hemos de volver al camino de la inversión productiva. Las empresas normalmente financian sus inversiones, en primer lugar con los beneficios retenidos, y en segundo con recursos externos. La situación actual ya permite que las empresas puedan afrontar inversiones futuras con recursos propios. Por tanto el escenario más plausible contempla una recuperación empresarial que, con el tiempo, se complementará con una oferta de crédito que volverá a fluir estimulado por una demanda solvente.

En este contexto, cabe suponer que el impacto multiplicador de la inversión empresarial tendrá efectos positivos sobre las tasas de crecimiento del PIB superiores a los inicialmente previstos, con el consiguiente aumento del empleo. Las reformas laborales implementadas permitirán generar empleo con niveles de crecimiento del PIB por debajo del 2% como era habitual.

La cuestión es, ¿qué tipo de empleo?. Por descontado hemos de conseguir empleos de calidad y evitar una excesiva segmentación del mercado laboral entre contratos indefinidos y temporales si queremos un crecimiento sostenido de la actividad económica.

En este sentido también hay que tener en cuenta que se producirá un ajuste automático de la población activa derivado del retorno de emigrantes llegados en los años de expansión. En conjunto, asistiremos a una progresiva disminución de la tasa de desempleo en los próximos años de manera lenta y gradual.

En conclusión: la economía española será en el futuro cualitativamente diferente comparada con el largo periodo de expansión anterior a la crisis. Estará más cerca de una sociedad y de una economía madura, con una población estacionaria con tendencia a decrecer, que tenderá a invertir una proporción superior de su riqueza en el exterior en economías emergentes con un mayor potencial de crecimiento.

Es muy importante que visualicemos este futuro con objeto de estar atentos a las oportunidades y ajustar las expectativas, así como, reformular las políticas económicas, y nuestras instituciones públicas, para que sean facilitadores y no lastres en este inexorable transito a estos previsibles escenarios post crisis.