¿Estamos saliendo de la crisis?

En estos momentos estamos recibiendo una serie de datos, que bien podrían interpretarse, como un cambio de tendencia en el comportamiento de las variables macroeconómicas.

Dos trimestres consecutivos con tasas de crecimiento positivo ponen fin, técnicamente, a una recesión que ha durado nueve trimestres, (segundo trimestre 2011 hasta segundo 2013).

Aunque, por otra parte, seguimos con una persistente tasa de desempleo del 26,5% de la población activa, y ello, acompañado con un descenso del 3,1% del consumo de los hogares, razones poderosas para que no seamos especialmente optimistas pensando que la crisis se ha terminado.

En consecuencia, la tarea de seguir atacando la reducción del paro, continuar reduciendo la prima de riesgo, además de seguir controlando a la baja la deuda pública, son argumentos muy contundentes como para sentirse optimistas. Y una gran incógnita, ¿a qué tasa de crecimiento potencial a medio y largo plazo debe crecer la economía española para conseguir estos objetivos?, y una  reflexión subyacente, ¿Cómo será el modelo económico y empresarial del futuro que garantice estos crecimientos?

Hay un cierto consenso en que , es más que probable, estemos asistiendo al final de una de las recesiones más duras que hemos conocido desde la de 1929, pero también es posible que tengamos que transitar un largo camino, entre cinco y diez años, para constatar una plena recuperación de nuestra economía.

Se atisba un inicio de recuperación sobre bases solidas que, por el momento, se ve acompañada por un contexto internacional favorable, y, de continuar así, puede ejercer un efecto multiplicador, sorprendiéndonos con una intensidad inicial, que no debe llevarnos a engaño, además, para que la recuperación sea sostenible, nuestro modelo de crecimiento post crisis será sustancialmente diferente al anterior sin ninguna duda.

Los rigurosos ajustes que se van aplicando a nuestra economía y que tantos desasosiegos propician, han configurado una devaluación interna  en la que todos somos, de promedio, el 30% más pobres, es por esta razón que somos más competitivos y han aumentado nuestras exportaciones, razón por la cual están, lentamente, volviendo los beneficios a las empresas y, ello, fomentará un retorno de la inversión con recursos propios, ya que el crédito permanecerá restringido durante unos años. Con este escenario recuperaremos la demanda agregada  interna con efectos multiplicadores sobre el empleo y el consumo privado. Es el único camino para consolidar una recuperación previsiblemente lenta y difícil.

Hemos de volver al camino de la inversión productiva. Las empresas normalmente financian sus inversiones, en primer lugar con los beneficios retenidos, y en segundo con recursos externos. La situación actual ya permite que las empresas puedan afrontar inversiones futuras con recursos propios. Por tanto el escenario más plausible contempla una recuperación empresarial que, con el tiempo, se complementará con una oferta de crédito que volverá a fluir estimulado por una demanda solvente.

En este contexto, cabe suponer que el impacto multiplicador de la inversión empresarial tendrá efectos positivos sobre las tasas de crecimiento del PIB superiores a los inicialmente previstos, con el consiguiente aumento del empleo. Las reformas laborales implementadas permitirán generar empleo con niveles de crecimiento del PIB por debajo del 2% como era habitual.

La cuestión es, ¿qué tipo de empleo?. Por descontado hemos de conseguir empleos de calidad y evitar una excesiva segmentación del mercado laboral entre contratos indefinidos y temporales si queremos un crecimiento sostenido de la actividad económica.

En este sentido también hay que tener en cuenta que se producirá un ajuste automático de la población activa derivado del retorno de emigrantes llegados en los años de expansión. En conjunto, asistiremos a una progresiva disminución de la tasa de desempleo en los próximos años de manera lenta y gradual.

En conclusión: la economía española será en el futuro cualitativamente diferente comparada con el largo periodo de expansión anterior a la crisis. Estará más cerca de una sociedad y de una economía madura, con una población estacionaria con tendencia a decrecer, que tenderá a invertir una proporción superior de su riqueza en el exterior en economías emergentes con un mayor potencial de crecimiento.

Es muy importante que visualicemos este futuro con objeto de estar atentos a las oportunidades y ajustar las expectativas, así como, reformular las políticas económicas, y nuestras instituciones públicas, para que sean facilitadores y no lastres en este inexorable transito a estos previsibles escenarios post crisis.